Los colombianos sufrimos de muchos males, entre los que podemos resaltar las ansias de espectacularidad, el banalismo y la hipocresía.
La muerte de Gabriel García Márquez hace algunos días, puso de presente, nuevamente, la poca inteligencia colectiva que tenemos y cómo vivimos a expensas de la rapiña de la muerte, la cual elevamos a la categoría de espectáculo, censura y oportunidad, para realzar lo conveniente en una nación que requiere de este tipo de distracciones como manto que disloque la barbarie en la que nos encontramos.
Nuestra débil razón y poca vergüenza, no se hizo esperar y, aún, vemos medios atestados de palabras y nadería, asimismo de canales luchando por la primicia de aquello que más pueda vender y alimentar la codicia de espectadores que se atragantan con un Gabo que no reconocieron, leyeron y, mucho menos, valoraron. Todos conectados, con la mentira de un suceso, que creo desborda la realidad y no brinda una justa medida al escritor, la persona y el humano.
Quedaremos en evidencia y mal parados los colombianos, cuando mañana pasemos la página y nos llenemos la boca diciendo que tuvimos un Nobel, un excelente escritor o un don nadie para muchos. Las mayorías, estarán expectantes a ver el desplome de otros caídos, ya que seguirá siendo más fácil elevar plegarias a los muertos que dar una oportunidad a los vivos.
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