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Ideas sobre el futuro de la educación superior

Terminado el año 2011, a mi parecer, quedaron más interrogantes que respuestas claras en relación con la tensión suscitada por el intento del gobierno de reformar la educación superior colombiana, más aún cuando la mayoría fuimos espectadores, unos más que otros, de la oleada de manifestaciones, protestas y demás actos que algunos han tildado de “movilización de los estudiantes”. En artículo que publiqué el 29 de octubre del año pasado en este mismo espacio (Movimiento estudiantil: Defensa de los valores de las mayorías, Frenesí de las juventudes, Secuestro de la academia), me referí sobre este tema con el propósito de hacer una mirada crítica y distante de los discursos lineales del momento, los cuales fueron capaces de poner en sincronía una serie de ficticias ideas, en el seno de la sociedad, quien lastimosamente las adoptó como verdades.

Los medios de comunicación hicieron su agosto, muchos articulistas, incluso “intelectuales”, difundieron cosas como la siguiente: “…los estudiantes han doblegado al gobierno y son los triunfadores en estas justas por la defensa de la educación colombiana”. No sé cuántas personas advirtieron dicha aseveración, que elevó de un momento a otro los egos de sus voceros más mediáticos (Mesa Amplia Nacional Estudiantil - MANE), pero de lo que sí estoy seguro es que demostró, una vez más, el facilismo, la morbosidad y el marcado banalismo con que este tipo de asuntos son tratados en el país. Prematuramente se titula, encasilla y galardona, igualmente, se registra a las personas o grupos con letra invisible, haciéndolas merecedoras de “hacer y formar parte de la historia” como un simple hecho historiográfico.

Quiero decir, que sí nuestra condición de ciudadanos fuera tan importante y vendiera exponencialmente en los medios, seguramente nuestros miedos, anhelos, acciones, palabras y profundas perversiones, se publicarían casi a diario. El despropósito ha sido tan grande que personajes de la vida nacional y del mundo académico se atrevieron a “solicitar”, no sabemos bajo que argumento, la renuncia de la actual Ministra de Educación y en su remplazo colocar a una fiel representante de las clases dominantes de este país, me refiero a la saliente Alcaldesa (E) de la ciudad de Bogotá. Al parecer la doble moral y la ausencia de entendimiento ha permeado a quienes deberían defender los intereses públicos y los derechos constitucionales.

Unido a toda esta parafernalia de titulares, noticias, panfletos patrocinados y demás, se delegó, no se sabe bajo qué sustento, a los estudiantes la defensa de los derechos de todos y todas en términos del futuro de la educación superior, y se les validó como los interlocutores frente a las instancias respectivas del gobierno. Impuestas estas condiciones, la sociedad ha quedado inerme ante la “genialidad” de unos muchachos(as) que al parecer “saben” muy bien lo que hacen, lo que necesita el sistema universitario, desde lo público hasta lo privado, y que “nos asegurarán” sin lugar a dudas un mejor mañana. Este coctel siniestro ha hecho presa de la opinión pública en la medida en que el “empoderamiento estudiantil” asiste, sin dificultad, a las lógicas de los periódicos de turno, las cadenas radiales y televisivas, en últimas, atiende a esa violencia ejercida por los medios de comunicación que aprovecha las necesidades de reconocimiento.

De antemano, mi querido lector(a), quiero que comprenda que las ideas expresadas no están ni a favor ni en contra de unos y otros en este conflicto de egos, sino buscan recrear cómo lo que está en juego no es la consolidación del movimiento estudiantil colombiano, sino nada menos que el futuro de la educación superior en Colombia. Si atendemos a esto último, la confusión, los silencios y el olvido, pasarán a un plano insignificante.


Resultados y agotamientos en 2011

Debilitadas la marchas en distintas ciudades del país, gracias al retiro del proyecto de reforma de la educación superior en Colombia, en el mes de noviembre por parte del Ministerio de Educación, las mesas de diálogo en las distintas universidades tuvieron la maratónica tarea de retornar a clases para terminar el segundo semestre académico de 2011, apoyar la restitución de la normalidad académica en los claustros universitarios, que estuvieron en paro, y “desmontar” la estructura que al parecer “permitió la caída libre del mencionado proyecto”.

Las cosas al interior de las universidades no fueron lo que esperaría la opinión pública: a) Lucha de líderes estudiantiles por el reconocimiento de hacerse acreedores al botín, b) Pugna entre dirigentes de la MANE por lo micro-poderes, c) Desacuerdos mil e incipientes propuestas para salvar el semestre académico por parte del estudiantado, d) Cuerpos directivos y administrativos a la espera de las propuestas estudiantiles, para emprender la normalidad académica, rayando en la ingenuidad y contribuyendo al veraneo de los estudiantes, e) Nacimiento de nuevos “líderes estudiantiles” como intento de desmarcarse de los discursos y formas de la MANE, f) Desolación en las aulas de clase y alta confusión en el seno de los distintos grupos estudiantiles dado que, en gran parte de las universidades en paro, fue “cancelado” el semestre académico y pospuesto para el primer semestre de 2012. Menuda concesión que en el fondo, seguramente, querrán reversar los órganos directivos, algunos profesores e integrantes de las universidades que le apostaron a esta opción.

A la “gloriosa conquista” del estudiantado en estas justas, se sumó el paulatino debilitamiento de las marchas ya que, contrario a lo expresado por los voceros estudiantiles, la asistencia, por ejemplo, a marchas como la del 24 de noviembre de 2011, como apoyo a los estudiantes de Chile, denominada “Protesta continental”, tuvo una precaria concurrencia de jóvenes: “…en la Plaza de Bolívar (centro de Bogotá) aproximadamente siete mil estudiantes cuando se esperaban alrededor de treinta mil”. El deterioro al apoyo de estudiantes a las marchas, obedeció, entre otros factores, a la llegada del fin de año, los intereses personales, así como a una primaria muestra de agotamiento que es producto de la utilización de los mismos mecanismos y discursos permanentemente. A finales del mes de noviembre de 2011, el gobierno nacional insistió en cumplirle al país con la generación de un clima de diálogo para la construcción conjunta de la tan sonada reforma y, por su parte, los estudiantes se “comprometieron” de lanzar una propuesta metodológica con el fin de apoyar dicho propósito que, según su agenda, se iba a entregar en la primera semana de diciembre del año terminado. Después de varias excusas la MANE difundió ante los medios de comunicación que dicho “compromiso” se postergaría para el encuentro programático a realizarse en el mes de febrero de 2012.

Frente a esto último, caben varias preguntas: ¿Qué entiende el estudiantado por una metodología de construcción de una reforma de educación superior? ¿Será que el enano se creció a tal punto que fue mejor dilatar los débiles compromisos? ¿Es una equivocación pensar que cualquier reforma en un país es un acto responsable que no se puede delegar a dedo, producto de la ignorancia? La lista de interrogantes es exponencial. Sin embargo, valdría la pena echar mano de un término maltratado como malinterpretado que enfriaría las mentes y reemplazaría “el delegar” como lo es: participar. Éste evoca el dar, el tomar partido sin controlar, el compartir y comunicar bajo un interés que ha sido consensuado, el asumir responsabilidad consigo mismo y con los otros. Así las cosas tendríamos un pronto resultado: “…los estudiantes participan en la construcción de…, el liderazgo es social, conjunto y compartido…, no hablamos de lucha sino de escucha…, pasamos de las malas ideas a la puesta en práctica de los conocimientos y de la inteligencia… ”.

En medio del apaciguamiento de los ánimos, varios rectores de universidades coincidieron en que es lamentable que se haya retirado el mencionado proyecto de reforma, no porque estuvieran de acuerdo en la totalidad de su articulado, sino porque se constituía en una oportunidad, más fácil y rápida, de construcción del suelo jurídico y legal de la educación superior del futuro. En consecuencia, partir de cero como se ha “exigido”, termina a la larga siendo desgastante e innecesario, pero sí le abre un mayor control de la situación al gobierno nacional, contrario de lo que muchos piensan. Igualmente, rectores concordaron en que el proyecto de reforma retirado del Senado, aliviaba un poco las finanzas de las universidades y se establecía en la base de la evolución económica del sistema universitario. En este orden de ideas, construir un proyecto, que no se sabe en la actualidad bajo qué criterios se va hacer, es el autogol que de entrada se le ha hecho a la sociedad colombiana. Por suerte el Sistema Universitario Estatal (SUE) ha insistido al gobierno de que, haya o no reforma, se incrementen los recursos económicos en las universidades en un 3%, como propuso inicialmente, lo cual parece puede prosperar en el presente año.

Si por el lado del estamento estudiantil las cosas no es que anden muy bien, por el lado del gobierno los asuntos son de suma reserva, dado que no se sabe realmente qué va a pasar con el futuro de la educación superior en Colombia, si se allanará el camino, si se hará reforma, etc. Lo único cierto es que deambulan discursos que ensalzan la importancia del diálogo y la concertación, pero de cosas prácticas muy poco. La urgencia de más recursos en las universidades, piedra angular de la reforma, podría resolverse gradualmente pero temas como autonomía, relación universidad-empresa, educación gratuita, y otros, demandan de una labor más juiciosa y responsable.

Presente y futuro

En relación con el tema de la reforma de ecuación superior ya se dio la reunión de la MANE el 29 de enero en Ibagué, donde el reto era superar las diferencias internas, los afanes de protagonismo y otro tipo de factores que han debilitado a este organismo internamente. No obstante, terminado el mes de enero no se conoce ni a las personas que se echaran al hombro la responsabilidad de ser voceros de los estudiantes, ni mucho menos la metodología para construcción de la reforma que, según se conoce, estaría alrededor del segundo semestre de 2012. Pregunto: ¿Es esto lo que requiere la sociedad y particularmente la educación superior?

Por otra parte el SUE y los demás organismos que representan al sistema universitario estatal, continuarán solicitando al gobierno la ampliación de los recursos económicos, que es el tema más urgente y que, obviamente, se puede atender gradualmente antes de que se logre concertar una reforma la cual es necesaria para que las universidades logren afrontar los retos actuales en términos de la Sociedad del conocimiento. El gobierno, por su lado, no cambiará mucho el acento en el discurso, dado que, probablemente, intentará meter en el congelador la mencionada reforma y si no lo hace intentará una mesa de diálogo exenta de las “condiciones”  que aparentemente impondrán los estudiantes. Amanecerá y veremos si la tan anunciada agenda y metodología de construcción se socializará o, más bien, se impondrá, si el gobierno nacional cumplirá lo prometido y si el sector universitario en su conjunto se comprometerá realmente en este propósito, para que los destinos de la educación superior no queden en manos de la egolatría.

Considero que reformar la educación no se reduce a hacer evidentes las expresiones de inconformidad, sino debe partir de brindar respuesta inteligente a la pregunta: ¿Para qué una reforma de educación superior? Respuesta que debe darse en el contexto local, regional y mundial. No basta con balbucear y pretender un sistema de educación gratuito (visión ingenua e idealista) o, por ejemplo, pedir condiciones de participación cuando se niega de tajo la palabra a los otros. Por consiguiente, se requiere de una responsable comprensión de las necesidades tanto del sector público como del privado, ya que este último no aparece en las acaloradas discusiones de los líderes estudiantes, lo cual se constituye en un error ya que es hora de que la tan “anhelada reforma”, entre otras cosas, contribuya a la reducción de diferencias históricas como de esa malsana competencia de unas y otras universidades que se vive en los listados de los ranking mundiales, latinoamericanos o locales, donde la pública se ensancha cada vez que le “gana” a la privada o viceversa. En consecuencia, necesitamos entender lo que significa un sistema como articulado, entramado complejo, que es capaz de permitir el despliegue de las subjetividades, el reconocimiento de las diferencias... Una reforma de educación superior, entonces, debería posibilitar a las generaciones futuras un sistema universitario donde exista correspondencia y libre tránsito entre lo público y lo privado.

Para finalizar, conviene tener en cuenta que el destino de la educación superior no es una acción delegable a los consortes futuros del aparato productivo de este país, por el contrario reclama una seria y comprometida convocatoria de todos los sectores de la sociedad y, mejor aún, de izar las banderas del ideario que recoge el sentir de país de los ciudadanos niños, los ciudadanos jóvenes, los ciudadanos adultos y viejos.

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