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Movimiento estudiantil: defensa de los valores de las mayorías, frenesí de las juventudes, secuestro de la academia

Nuestra amada patria se debate en la actualidad en medio del deterioro de sus instituciones, la descarada corrupción, los intereses económicos por encima de aquellos de la sociedad y, en general, asiste a la configuración de un futuro no muy promisorio, por lo menos para las comunidades más necesitadas. El modelo industrial y empresarial, propios del capitalismo salvaje, hace aguas los discursos de esos cuantos que, al parecer, “defienden los intereses y los valores de las mayorías”.

Bajo estas circunstancias no es extraño observar cómo un proyecto de reforma de la educación superior que, en principio, movilizó diversas opiniones, ha terminado en acciones que motivan a que pensemos en serio lo que en realidad está detrás de todo el andamiaje de esta tragicomedia como bien la llamaría, si estuviera vivo, Karl Marx. Existen diversas voces que no necesariamente han sido escuchadas, sino que han terminado confinadas al tire y afloje del lenguaje proveniente de los entes de gobierno y control, así como de aquel que se atribuye el derecho de “representarnos” a todos en términos de lo que se considera es la mejor opción para la educación superior pública en Colombia. Por consiguiente, esas “voces exiliadas” de las cuales hacemos parte muchos considero que cuentan con la capacidad mental y decisiva para entrar a hacer parte de este escenario que agobia a las universidades públicas, no con el ánimo de enfrentar esos otros lenguajes, sino con el propósito de sembrar opciones que allanen y brinden una luz en el camino.  

Desde el mes de marzo del presente año cuando se puso en evidencia ante la opinión pública la intención de reformar la educación superior en nuestro país, varias personas de diversos sectores hemos realizado un ejercicio juicioso y responsable por comprender el mencionado proyecto, para que los juicios de valor emitidos evitaran en lo posible satanizar el cambio e, igualmente, posibilitaran el diálogo, el intercambio de ideas y la construcción de propuestas alternativas. No obstante, como bien lo infiere el lector, los lenguajes radicales, egocéntricos y prepotentes del gobierno y de parte de los sectores educativos, han desconocido nuevamente este ejercicio de esos otros que nos atrevemos a firmar y defender ideas, muchas veces, en solitario.

En el primer lenguaje encontramos el esplendor de las prácticas de la alta tecnocracia que ciertamente contribuyen con su granito de arena para armar lo que personalmente llamo “La locomotora del diablo”: Tratados de Libre Comercio, reformas de todo tipo y para todos los gustos, ultra conservatismo que indica lo que es bueno y malo, figuras mesiánicas encarnadas en el gobierno de turno, explotación de los diversos recursos, incluso humanos, como tema central en las agendas gubernamentales, incentivación de las maquinarias de producción económica en manos de extranjeros, formulación de políticas que ahogan las pocas condiciones dignas con que cuenta la sociedad… La lista es bien larga y configuran los vagones del “tren del destino” que, por lo pronto, no se perfila en favor del conjunto de la sociedad.

Instalados en un segundo lenguaje encontramos a dirigentes, profesores, estudiantes, intelectuales y otras personas que han acudido a los medios de comunicación, fracturando sin saber su autonomía, para denunciar la “encarnación del mal” que se cierne en medio de la tan cuestionada y tan mal comprendida reforma a la educación superior con lo cual, aclaro, no quiero decir que esté de acuerdo, sino que lastimosamente esta importante movilización de opiniones ha terminado siendo sólo eso “opiniones de todo tipo” que no le han dado lugar a las buenas ideas, para que la sociedad civil logre una adecuada comprensión de lo que está en juego. Esta afirmación la corroboran en cierto modo comentarios de la gente de a pie como los siguientes: ¡Otra vez los estudiantes de esas universidades públicas destruyendo todo! ¡Esos no saben sino joder y deberían más bien estudiar! ¡No podemos esperar de ese tipo de jóvenes sino cosas desagradables que enturbian la paz! Estas habladurías son conocidas por todos y en cierta manera han sido aprovechadas por distintos medios de comunicación, para enturbiar más esta situación que nos toca negativamente y que lo hará mucho más si no recurrimos pronto al juicio, la razón y el entendimiento.

A estas alturas del año muchos ya habrán sacado sus conclusiones en relación con lo que suscitará el resultado del proyecto de reforma de la Ley 30 de 1992, gracias al poder de las fuerzas místicas y de eso que en nuestro país llamamos “malicia indígena”. Así mismo, a pesar de que se ha escrito, grabado y documentado bastante sobre el tema, adolecemos de lecturas más detenidas, por ejemplo, en relación con lo que encarnan las protestas, marchas y demás reacciones de los estudiantes de las universidades públicas que, a diferencia de lo que muchos piensan, han contribuido al deterioro de la vida académica y de la autonomía universitaria.

Precisamente, con el propósito de poner un acento más acorde y que no termine solamente en los comentarios de su servidor, tuve la oportunidad de conocer un texto llamado “El movimiento estudiantil en América Latina” de Jean Meyer -historiador mexicano de origen francés, nacido en 1942, quien en la actualidad es editorialista del diario mexicano “El universal”- que quizás no sea el mejor pero que en su lectura permite entrever las estrechas relaciones que pueden existir entre el pasado y la actualidad. Cobra particular interés que el documento, publicado originalmente en francés, en Esprit de mayo de 1969, nuevamente se publique en el año de 2008 por la Revista Sociológica del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana de México. De la misma manera, es bien interesante cómo muchas de las ideas expuestas, a pesar de contar con cierta inaplicabilidad al contexto actual, motivan a pensar que algunas prácticas pasadas del movimiento estudiantil continúan vigentes por lo que incitan a preguntar: ¿Qué significado en la actualidad tiene el movimiento estudiantil? ¿Representa el movimiento estudiantil la defensa de los valores de las mayorías? ¿Qué significa ser un sujeto político y ético? Veamos, a continuación, una serie de planteamientos del profesor Meyer que de una u otra manera permiten una aproximación a la respuesta a estos interrogantes.

Revisando un poco la historia, al parecer, el llamado movimiento estudiantil inicia con el sueño bolivariano del Movimiento de Córdoba, Argentina, del año de 1918 que tuvo como propósito central la realización de una marcha cruzada en defensa de la autonomía universitaria, la periodicidad de las cátedras, el cogobierno y la extensión universitaria, así como una reacción en contra del imperialismo cultural de Europa y de los Estados Unidos. Desde ese entonces se erige el mito de que las juventudes son incorruptibles y que son capaces de agitar a todo el continente latinoamericano. “Políticamente” hablando desde ese momento los estudiantes manifiestan, vuelcan autobuses, apedrean las embajadas y otro tipo de instituciones del Estado, luchan por el cambio y en contra de los oligarcas, una lucha en contra de la tiranía y que se encamina a defender los intereses del pueblo (Meyer, 2008). Si miramos rápidamente esta actitud de defensa de los “intereses del pueblo” y de la educación, como no lo recrea el Movimiento de Córdoba, para muchos termina siendo una postura loable que hay que aplaudir y que “tranquiliza” a ciertos sectores de la sociedad porque por lo menos alguien pone la cara por nosotros. Sin embargo, si nos detenemos a mirar con paciencia estas actitudes del movimiento estudiantil, notamos, como lo explica Meyer, las siguientes tres constantes que condicionan su actuar y pensamiento:

- Un enemigo permanente al cual hay que acabar.
- Resistirse y colocar todos los obstáculos al cambio.
- Una agitación que no se sabe si en verdad sirve para algo.

Agregaría unas cuantas más constantes, según los acontecimientos de los últimos meses en mi país:

- Medición del más fuerte: por un lado, aprovechando la concentración de masas y, por otro, recurriendo a mensajes “conciliadores”.
- Una persistente condición política del pasado que no responde a las necesidades actuales.
- Secuestro de la academia como uno de los mecanismos de apoyo a la movilización.

Seguramente existen muchas más constantes en la actitud que revela esta fracción del estudiantado que está llamada a protestar a partir de los indicios de cambios que son enviados por los gobiernos. Así, históricamente habría cierta influencia política y social de los estudiantes, según algunos eventos mencionados a continuación, pero de lo que no se tiene certeza es hasta qué punto dicha influencia ha trascendido con el pasar del tiempo:

“En el año de 1963 los estudiantes juegan un papel principal en el cambio político radical en Ecuador y en el año 1964 participan, más no se sabe si provocan, la caída del régimen en Ecuador y en Bolivia. Por su parte, en el año de 1966, existe gran agitación estudiantil en países como México, Ecuador, Chile, Colombia (Medellín) y particularmente en Brasil, dado que el movimiento estudiantil protesta contra la dictadura militar con el apoyo de las universidades, lo que termina en peleas muy violentas que enfrentan a los estudiantes y a la fuerza pública (Meyer, 2008, p.181)”.

Existe bastante agitación de sectores estudiantiles universitarios en los países latinoamericanos pero, como lo hace notar Meyer, lo que no se sabe es hasta qué punto este accionar es tan político como parece, ya que para que se pronuncie un movimiento estudiantil, entre otros, se requiere de dos cosas fundamentalmente: la presencia de una crisis universitaria y el intento de reforma o de cambio del rumbo de este tipo de educación. Puede tener razón esto dado que la crisis universitaria, a pesar de que se sabe que está presente, hace que estos grupos emerjan cuando se hace tangible y es denunciada por otros sectores de la sociedad. Ello, motiva a los estudiantes a concentrarse para “decidir” en nombre de muchos, la defensa o más bien la resistencia a un cambio que se alude es negativo en el presente y para el futuro. No es claro qué y cómo se mira a través del lente estudiantil, dado que al menor esbozo de crisis se generan fuertes reacciones con la bandera del “NO rotundo” al cambio y de entrada se desaprovecha la crisis como una oportunidad. Otra cosa que puede decirse al respecto es que los supuestos motivadores de los movimientos estudiantiles (crisis-cambio) tienen un cierto carácter externo a una filosofía, doctrina o corriente de pensamiento que se haya gestado al interior de estos grupos, por lo que se logra entrever que la incitación a la movilización posiblemente no se rige desde fuertes convicciones, sino más bien desde factores detonantes que intentan tocar el normal desarrollo universitario.

La revolución que encarna el movimiento estudiantil, según Meyer, es el producto, igualmente, de una cierta condición de “herencia” de las riendas educativas que se traduce en una actitud mesiánica (salvadora) de la sociedad y lo educativo, lo cual permite preguntarnos: ¿Esto no demuestra más bien la lucha entre la visión y la realidad? Aclaremos que la visión, como contemplación directa o como los puntos de vista sobre una situación, dista o es ajena a la realidad, es decir que nada tiene que ver con lo verdadero o con ese espacio donde no hay lugar a las dudas. En el alistamiento de los jóvenes en sus inicios de universidad es cierto, sobre todo en la pública, que se configura un cierto sentido de “propiedad del destino”, lo cual obedece a las condiciones que este escenario educativo ofrece a los estudiantes en términos del ejercicio democrático. Por ello, muchos alumnos sienten como un deber, conferido, el defender ese espacio heredado y que sienten como suyo, pero, muchas veces, estas motivaciones no corresponden necesariamente con un sentido de realidad dado que, por ejemplo, son más notorias las demandas de los estudiantes que buscan condicionar los organismos de dirección, entorpecer el desarrollo de la sana academia y, en últimas, a medir cierto impacto en la comunidad universitaria, características que son propias de una visión.

Ahora bien, el activismo político que reviste al estudiantado no precisamente es la proyección de la sociedad o constituye sujetos políticos. Según Michel Foucault en su libro “Vigilar y Castigar”, en escenarios como la escuela se asiste a un juego de poder coercitivo que se sustenta en la mirada: las personas se mueven entre el ser visto o sentirse visto. Esto es posible gracias a los distintos mecanismos de disposición y funcionamiento de los espacios escolares, la distribución del tiempo y de dispositivos de vigilancia que, sigilosamente, reproducen un ser humano deseable y, como lo llama Foucault, normalizado: aquel que no es diferente, ya que la persona que es heterogénea precisamente es aquella que no sigue la norma. Continúa el pensador francés diciendo que en el espacio educativo, vigilante y coercitivo, tienen un papel central el ejercicio del poder en manos de los maestros, dado que son estos quienes encausan y administran en los estudiantes el saber y la verdad, de tal modo que consideran al alumno como un “objeto de saber” que de una u otra manera reaccionará ante tal presión, para constituirse en sujeto de saber, es decir en sujeto político y ético.

En este sentido, la determinación de la línea de acción de los estudiantes (activismo), parece ser, según lo que enseña Foucault, no corresponde con la construcción y, mucho menos, con la consolidación de sujetos políticos y éticos que sustentan su proyecto de vida y existencia en el saber, que es suficiente para incidir de manera contundente y responsable con los otros: universidad, comunidad, sociedad. Según las últimas noticias, que copio textualmente, en qué lugar cree el lector se encuentran los distintos voceros de las mesas de trabajo estudiantiles en el país:

"El Presidente de la República aseguró que al Gobierno le preocupan los cientos de miles de estudiantes que están a punto de perder su semestre por el cese de actividades que hay en las universidades. También sostuvo que el proyecto tiene elementos muy positivos que por varias circunstancias no se han querido entender o no se han entendido. Y reiteró que si los líderes del paro cumplen con su palabra y pueden regresar mañana mismo los estudiantes que quieren estudiar, él le pedirá al Congreso autorización para retirar el proyecto" e iniciar así  un proceso de diálogo sobre los puntos que están en el proyecto y cualquiera otro que se quiera adicionar.

En respuesta a ese anuncio, voceros de las organizaciones estudiantiles que promueven el paro nacional universitario respondieron que, por ahora, tanto el cese de actividades como las movilizaciones programadas para mañana, se mantienen para los próximos días. Esto porque, aseguran, el paro tiene tres objetivos y solo se cumpliría uno: el retiro del proyecto. Los otros tienen que ver con la existencia de garantías para construir una nueva propuesta de reforma y de movilización estudiantil. Necesitamos sentirnos tranquilos con la metodología que se va a utilizar para la construcción del nuevo proyecto, que se nos garantice que nos van a incluir, y hasta que sepamos cómo será este proceso, nos mantendremos en paro, dijo Juan Sebastián López, miembro del comité operativo de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane)."

Fuente: periódico “El Tiempo” del 9 de noviembre de 2011 (www.eltiempo.com)

Las anteriores manifestaciones pareciera se inscriben en un pulso entre dos fuerzas que están encaminadas a mostrarle dos verdades al conjunto de la sociedad. Aquí valga la claridad que muchos tenemos claridad acerca de lo conveniente e inconveniente del proyecto de reforma de la educación superior en Colombia, pero nos produce cierta preocupación de que el tono “conciliador” del gobierno pueda ser aprovechado por la opinión pública para seguir vituperando a la universidad pública, dado que persiste la ausencia de una real condición política y ética de parte de los estudiantes. El portazo en  la cara al gobierno nacional no es el camino a seguir y si considero fractura más los pocos o muchos logros alcanzados en meses anteriores por una comunidad educativa comprometida.

Sobre esto último quisiera mencionar que el activismo estudiantil, demuestra un alto desconocimiento del trabajo mancomunado y arduo trabajo que adelantaron rectores, profesores y otros actores educativos, previamente a sus marchas y protestas, en el marco de las acciones de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) y el Sistema Universitario Estatal, cuyo trabajo tuvo como resultado documentos propositivos para el tema cuestionado de financiamiento de las universidades, la autonomía universitaria, entre otros. Desconoce este activismo, igualmente, los pronunciamientos públicos realizados por las comunidades de gran parte de las universidades públicas, así como escritos, comunicados y reflexiones que muchos hicimos desde el mes de marzo en que se gesta esta iniciativa de transformación del gobierno nacional. Sumémosle a esto que los sectores de la coalición de gobierno son quienes solicitan al propio Presidente retirar el proyecto, por la ausencia de un clima adecuado para la discusión del mismo, lo cual es producto del compromiso de las personas que he mencionado y no necesariamente debido a las protestas y las marchas realizadas por los estudiantes, con lo que nuevamente aclaro que no estoy en desacuerdo dado que la movilización será necesaria siempre en cualquier democracia, siempre y cuando se respete a los otros y se eviten a toda costa las vías de hecho.

Por lo tanto el triunfalismo debería acoger a un gran sector de la sociedad y no acreditársele a un grupo en particular, más cuando lo que se busca es el beneficio de las mayorías. Igualmente, hace falta recurrir a la humildad y dejar la arrogancia a aquellos que bien le han servido.

Veremos en los días venideros una masa grande de estudiantes inmersos en los juegos del poder, definiendo un carácter transitorio, forjando su conducta adulta, haciendo la venia a lo que más odiaron del sistema, tal vez viviendo el olvido. Igualmente, como mencionaba Meyer en el año de 1969, ejerciendo cierta “autonomía” que de alguna manera puede terminar siendo su más grande debilidad, ya que corren el riesgo de quedar confinados a sus asuntos, fuerzas y necesidad de reconocimiento, a pesar de que se sabe que hay algunos otros sectores de la sociedad que los “apoyan” quien sabe con qué intensiones. Que no le pase al movimiento estudiantil colombiano la paradoja del logro máximo de la autonomía que va acompañado del total aislamiento, que ha ocurrido a lo largo de la historia latinoamericana. Es importante en el momento actual que se disipen los ánimos y se desacalore la mente, con el propósito de dar respuesta a los interrogantes a lo que viene en términos de este movimiento con lo social, lo político y lo ético. Necesario entonces ganarse el aprecio y el convencimiento de las mayorías que esperamos respuestas, más no arengas, porque produce cierto temor que, por ejemplo, sea retirado el proyecto de reforma de la educación superior y se diluya lo conseguido hasta ahora en términos de hacer presencia en los destinos educativos. Esto lo digo porque la posibilidad que abre el gobierno es inmensa, si se logra aprovechar con inteligencia, pero si se insiste en silenciar a los demás no creo que ese sea el camino.

Las voces del exilio entre las cuales me cuento, no nos identificamos y no nos sentimos bien representados por un movimiento estudiantil que:

- Violenta a otros, intimida, cierra los edificios universitarios, pone una mordaza a profesores, demás estudiantes y funcionarios, que en últimas secuestra a nuestra universidad a través del ejercicio del miedo, la grosería y las vías de hecho.

- Se cree dueño de los destinos de todos y todas, se envanece en su orgullo y se cree merecedor de triunfos que hemos tejido muchos con nuestro actuar.

- Considera lo ético y lo político como simple retórica lo cual aviva el activismo.

- No actúa con co-responsabilidad y no asume la universidad con respeto. 

- Pone por encima de los demás sus intereses, egos y bríos de juventud, escupiendo en nuestra cara cuando intentamos ingresar a la universidad para cumplir con nuestro deber.

- Esta empecinado en condicionar el actuar y decidir por todos el sano desarrollo académico.

- No está motivado por el saber, la comprensión y la crítica responsable.

Amanecerá y veremos cuáles son las consecuencias de este acontecer nacional, que se encamina más a hacer evidentes los odios de unos y otros.

Comentarios

carlos armando pardo dijo…
muchos estudiantes como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia marchan sin saber el porque de estas; solo se dejan llevar por lo que unos pocos manifiestan y la gran mayoria lo ve como la oportunidad de descansar, vagar y en casos extremos generar sosobra sobre terceros que en ningun momento son protagonistas de esta "lucha"

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