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Impresiones de una aparente crisis

Muchos esperamos la llegada de la versión número 24 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (4 al 16 de mayo de 2011) con el firme propósito de “deleitarnos” con las nuevas producciones, de acercar un poco más a nuestros hijos a los libros, de compartir en familia y con los amigos, o simplemente de emprender un camino para pescar uno u otro ejemplar que nos hablara más allá de lo obvio y de las pretensiones de la industria editorial.

Personalmente, inicié un rumbo casi nómada y despreocupado donde se conjugaron las cosas que menciono anteriormente, así como aproveché el escenario para apoyar la difusión de mí trabajo, en medio de los torrentes de personas que en su gran mayoría miran mucho y escuchan poco. Emprendí de este modo un ejercicio para corroborar cosas que he venido reflexionando, las cuales se relacionan con los matices de los tiempos que vivimos y de las corrientes que nos asechan de manera silenciosa y un tanto descarada.


Para comenzar, encontré la Feria del Libro como quedó el año anterior, es decir me topé con las mismas secciones, pabellones, editoriales y sitios, por lo que la búsqueda de libros fue un tanto intuitiva. Arrumes o mejor montañas de libros de todo tipo fue lo que vi, cual mercadería donde fácilmente puede perderse cualquiera. Retorné a sitios antes explorados de sellos editoriales conocidos y muy famosos por editar la producción intelectual de grandes pensadores, así como me desplegué a reconocer el terreno de los stands de las editoriales universitarias, editoriales especializadas en el campo infantil y juvenil, entre otros.

Casualmente o como broma de las editoriales observé la ausencia de obras de renombre y aporte al pensamiento contemporáneo, así como muy pocas obras de debate y pensamiento crítico. Tal vez tuve en mis manos unas tantas obras de este tipo a precios un tanto descabellados. Lo que si observé, con bastante recurrencia, fue escritores “estrella”, es decir autores de libros con una literatura light o de conveniencia para el mercado las cuales, lo más seguro, lograron su publicación y difusión con el “apoyo” de políticos o gobernantes de turno, familias prestantes, entre otros, lo cual no es lo que nos debe interesar, sino las temáticas ofrecidas muy cercanas a las vivencias vacías y de poco significado de los autores. Bastante publicidad a obras de este tipo como de aquellas relacionadas con secuestros, superación personal, narcotráfico y violencia en todas sus expresiones.

Encontré un pabellón de sello exclusivo con montañas de ejemplares de muy dudosa reputación, atiborrado de personas interesadas no sé de qué, ya que cuando acudí a revisar sus estanterías pude comprobar lo que me imaginaba: libros de todos los precios y dispuestos a todos los bolsillos, pero en ediciones viejas y con muy poco valor intelectual, así como mares de libros de superación personal, cocina, pasatiempos y demás, así como algunos clásicos en versiones no muy agradables que no le hacen honor a los escritores de dichas obras. En general libros con un tufillo a venta de la calle y no a lo que corresponde con una Feria de esta envergadura y trayectoria. Como diría un amigo con el que tuve la oportunidad de conversar sobre este tema: ¡un pabellón que parece más un galpón que un espacio de encuentro con la lectura y la escritura!

Fueron muchas las visitas que realicé a la Feria del Libro con la esperanza de encontrarme con material valioso, aclaro que de significado a mis búsquedas y de compañía en mis viajes por el conocimiento, pero día tras día sentí la misma sensación de cansancio y fatiga. Síntomas de muchos e incluso de la mayoría de los vendedores de los distintos sellos editoriales, tal vez por la baja en las ventas y porque en el fondo saben o presienten que la crisis editorial es una realidad. Finalmente encontré un par de libros, pero fueron muchas las impresiones que quedaron en mí sobre esta experiencia.

Los días de Feria pasaron poco a poco y no hubo cambios significativos, sólo las aisladas estrategias de descuentos; la entrada libre después de las 6 de la tarde en uno de sus días; miles de niños y jóvenes de colegios públicos de la ciudad, felices no por la Feria sino por la posibilidad de escapar de los muros institucionales, la cuadra, la vida; millares de personas entrando y saliendo del recinto ferial tal vez sin respuesta a sus inquietudes; actos culturales variados para levantar el ánimo de los asistentes o para recordar que nos queda un poco de vida; nómadas y solitarios por doquier, amigos, amantes, familias y encuentros de soledades.

Con todo lo expuesto comprendo que está presente una “crisis” en el mundo editorial que se liga a la incertidumbre característica de estos tiempos, donde no hay nada seguro y donde prevalecen las corrientes que atrapan, por ejemplo, a nuestros jóvenes e incluso a personas adultas incautas. La mencionada crisis a mi parecer obedece a muchos factores, entre los cuales logro identificar:

1. Las dinámicas e imposiciones del monopolio económico en tanto prima el poder de ventas en detrimento de la calidad de las producciones.

2. La marcada ausencia de lectura en las personas, así como la presencia de los nuevos formatos de lectura mediados por tecnologías.

3. El terreno ganado por las Tecnologías de la Información y la Comunicación y los medios audiovisuales, frente al texto impreso.

4. La instauración de un mercado en el que se da prioridad a las ventas de ejemplares que ofrecen distracción y que en consecuencia afectan las producciones de calidad.

5. La publicación de ejemplares por demanda, lo cual se liga a lo mencionado en el numeral anterior, que obedece entre otras cosas a la gran cantidad de ejemplares que quedan en stock en las librerías y editoriales.

6. El crecimiento de la venta de libros a través de Internet en bandera de sitios como Amazom.com, a precios que son de alguna manera bajos lo cual hace desleal la competencia.

7. Los elevados costos y el tortuoso camino que deben recorrer la mayoría de autores para lograr la publicación. Muchas veces cuando los ejemplares salen a la venta, ciertas informaciones de los libros quedan desactualizadas.

8. La promoción de autores de renombre lo cual reduce la posibilidad de que se conozca la producción intelectual de nuevos autores.

9. La asfixia que generan las grandes editoriales sobre las pequeñas y medianas productoras de libros a las cuales recurren muchas veces los nuevos autores.

P.D.: Presa de estas y muchas más circunstancias, quedo satisfecho con el balance de mi presencia en la 24a Feria Internacional del Libro de Bogotá ya que, por ejemplo, mi libro está cumpliendo su cometido de acompañar las lecturas y las búsquedas de otros.

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