Al borde del precipicio, el vacío o las esperanzas para un año nuevo, llama la atención cómo la sociedad colombiana hace los últimos ajustes, algunos de última hora, para lo que será el desenlace del 2011 al lado de los más queridos, en la soledad o en el olvido de las ciudades. El descomunal frenesí hace su gala en las calles con mares de personas que van en búsqueda del regalo prometido, el no esperado y por qué no el más anhelado. Corrientes humanas desangran cada avenida, cada espacio de la ciudad, como una manera de demostrar que se está vivo, ante la mirada fija del monumento, la iglesia, el edificio, la autopista… Los villancicos, las fiestas, las luces, el mercado y el rebusque hacen su agosto en estos últimos días del año, donde pareciera que muchas cosas deben quedar escritas antes del 31 de diciembre, como si el no hacerlas debilitara el sentido, por ejemplo, de un abrazo, una palabra, un te quiero, un te amo. Nostalgias mil invaden paralelamente a la tan anhelada noche